Un hombre de edad mediana entra al vagón del metro y se dirige a un asiento libre, acompañado de un niño pequeño, cuatro años quizá, que carga una bolsita de plástico con un pez beta. El hombre sienta al niño en sus piernas. El niño mira al pez:
Niño dice- Pero ¿El pez se va a volver a morir?
Hombre responde- Este es uno diferente
Niño dice- Pero ¿Se muere?
Hombre responde- No, si le das de comer.
Niño dice- Pero ¿va a vivir hasta hacerse viejito?
Hombre responde- Los peces se hacen viejitos muy rápido.
Niño dice- Pero ¿Se va al cielo con Dios?
Hombre responde- Sí. Dios se lo lleva al cielo de los peces
Niño dice- Pero ¿Dios se hace viejito?
Hombre responde- Si, él también es viejito
Niño dice- Pero ¿Él también se va a morir?
Hombre dice- No. Dios no se muere nunca.
Niño responde indignado- ¡¡Nunca!! ¿Y se va a llevar a mi pez? ¡Que injusto!
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